Seguimos con la serie de los itinerarios del siglo XIX. En esta ocasión viajamos a la revuelta que vivió la ciudad en el año 1835, en plenas guerras carlistas, el primer gran levantamiento de la edad contemporánea en Barcelona. En él se mezclaron ingredientes que perdurarán durante más de un siglo en las insurrecciones, huelgas y motines que sacudirán la ciudad. El rechazo a las fuerzas oscurantistas y retrógradas, que en aquel momento encarnaban los carlistas, se combinó con un fuerte rechazo a las nuevas formas de industralización y a la Iglesia católica. Fábricas y conventos serán pasto de las llamas. Estos últimos, junto a otros edificios religiosos, seguirán siendo uno de los símbolos a abatir por las clases populares y los trabajadores hasta la guerra civil de 1936.
Un poco de Historia
La tauromaquía había empezado su auge con la llegada de los Borbones en el Siglo XVIII. En el XIX los liberales la tomaron como parte de su iconografía. Así en 1834 se levantó la primera plaza de toros en Barcelona, en el barrio de la Barceloneta, fuera de las murallas.
El 25 de julio la corrida fue decepcionante. El enfado de la afición, de perfil popular, generó algunos disturbios en la plaza y alrededores. Al mismo tiempo llegaron noticias de la ejecución de varios milicianos de la ciudad en Reus a manos de las tropas del sargento carlista Ramos. La muchedumbre penetró en la ciudad y comenzó un levantamiento sin dirección. Éste iba a contener muchos de los elementos que se desarrollaron más adelante en los movimientos de protesta del Siglo XIX y el primer tercio del Siglo XX.
El apoyo de gran parte del clero al carlismo llevó a la primera quema de edificios religiosos de la historia de la ciudad, algo que se convirtió en «costumbre» de la conflictividad barcelonesa hasta 1936. También se quemaron las casetas donde se cobraban los burots, impuestos a los productos de consumo que entraban en la ciudad y que grababan especialmente al poder adquisitivo de los más humildes.
El liberalismo radical trató de canalizar y capitalizar el movimiento, pero no lo logró. En agosto tomó el control de la guarnición el General Bassa, dispuesto a emplear toda la fuerza necesaria para devolver el orden. Consiguió alinear detrás de él a la Milicia Nacional y a las autoridades municipales. Lanzó algunos cañonazos para intimidar, pero no aterorizó al pueblo, más bien lo enfureció aún más. La muchedumbre rodeó el Palacio donde estaba instalada la Capitanía, lo tomó y ejecutó a Bassa en su despacho. Su cuerpo fue arrastrado como el de un toro hasta las Ramblas donde se le prendió fuego. También se derribo la estatua de Fernando VII que adornaba la plaza del Palacio. Nunca volvió a levantarse.
Ese mismo día tuvo lugar un hecho novedoso. La muchedumbre se dirigió a la fábrica El Vapor, donde se había atrincherado su propietario, el Capitán de la Milicia Nacional Narcis Bonaplata, para defenderla. Había sido la primera del país en instalar máquinas de vapor. Una vez derrotado el propietario, penetraron en la empresa y realizaron el primer acto ludista de España. Las máquinas fueron destruidas y la fábrica quemada.
Este ludismo era más expresión de los restos del artesanado feudal, que un método de lucha del naciente proletariado industrial. En 1835 todavía estaban vigentes los gremios -que fueron anulados en 1836- y eran los artesanos agrupados en ellos los que identificaban en el maquinismo y la fábrica su principal enemigo y competidor. El ludismo como herramienta de lucha del proletariado industrial tardó dos décadas más en aparecer, lo hizo en el verano de 1854.
Finalmente el General Pastor vino a ocupar el puesto del difunto Bassa. Este primer levantamiento obrero y popular fue aplastado por la invasión del Ejército el 7 de agosto. El número de ejecutados y deportados fue muy elevado. El levantamiento fracasó pero dejaba marcadas las lineas por las que transcurriría gran parte de la conflictividad social en las siguientes décadas.
¿Quieres recorrer las calles y lugares protagonistas de esta historia?
Barcelona Rebelde organiza esta ruta histórica sobre un momento de transición también en las clases populares. Por ello en la ruta trataremos de ver lugares representativos de las clases productoras que están por desaparecer, agrupadas en gremios, y el naciente proletariado industrial.
Veremos el edificio del gremio de los zapateros, fundado en 1202, y después las calles en las que se empezaban a hacinar viviendas y fábricas. Incluiremos en el recorrido el emplazamiento de la fábrica El Vapor.
Visitaremos los puntos donde se concentraban los sublevados, y recorreremos el camino que realizaron hasta asaltar el Palacio del General Bassa para ejecutarlo. También el emplazamiento donde estaban los edificios religiosos que inauguraron esta “tradición” tan arraigada en los movimientos sociales barceloneses hasta bien entrado el Siglo XX.
Acabaremos en los lugares desde donde arrancó la ocupación militar de esta primera revuelta y donde también se inauguró otra “tradición” barcelonesa -esta, de la reacción- el bombardeo de la ciudad y sus gentes.
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